En ese preciso momento entendió su esencia. A la mente le llegaron palabras que nunca antes había asociado a su persona. Desapego, desarraigo voluntario, hipocresía, fachada, soledad, cobardía. El peso de ser lo que los otros quisieron que fuera, o lo que ella dejo que los otros moldearan. Nunca fuiste lo que dejaste que creyeran. Esa seguridad, esa confianza. Todos moldes inexistentes y opacos. En ese momento entendió su esencia, sin talentos, sin aristas, plana, simple, monocromática. Y no supo si la amabas más aún o si deseaba no verla ni saber más de ella. No volvió a preguntarse lo mismo. Por ese día decidió no pensar más en aquella revelación.
Un tiempo más tarde todo parecía volver al lugar de origen. Los pensamientos iban nuevamente tomando formas más sutiles y complacientes. Ella ya sonaba como ella en su recuerdo, y su memoria selectiva se ocupaba nuevamente de seleccionar las sensaciones. Ella volvía a ser la ella de siempre, con su magia, con sus peculiaridades, con sus divertidas señas particulares. Sin saber hasta cuando. Sin saber cual de las dos nociones era la correcta. Dejo en manos del tiempo y de los sucesos la respuesta a esas preguntas. Al fin y al cabo siempre había dejado en manos del tiempo esas respuestas. Pero el tiempo es manipulable, como sus respuestas, y lo que en algún momento le fue tan claramente esclarecido, hoy ya era un leve sinsabor que se perdía.
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