Aunque te duelan cien veces las verdades a la cara. Aunque te sangren los extremos, y los miedos disimulados. Yo ya conozco tus modales, la espaciada decencia de pretender que manejas ciertos hechos. Y como lobos que se esconden en arbustos dibujados por sus pares, yo me doy cuenta que la carne es mas apta para algunos. Cada justificación que escucho no llega a atar los cabos que un día dejaste sueltos. Sabés que aún cuando busqués los rastros de esa sangre, la rueda da inútiles gritos oxidados. E Inapropiadamente me apropio de tu espacio y llego a comprenderte con intereses cambiados. Ese humor de las mañanas que te separa de mis soles y mis junios, te vuelve más cobarde y más irremediable. Me hace que no pueda dejar de socorrerte. Cada gota prudente de locuacidad nos hace que ensuciemos el límite más distinguible entre tus verdades, sus mentiras y mi antojo.
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